jueves, 28 de octubre de 2010

Voy a matar a martillazos el tic-tac del reloj. Así, cuando nos echen la bronca por no aparecer en toda la noche, tendremos la excusa de que se ha parado el tiempo y nos hemos pasado la madrugada olvidando juntos el mundo.
Podremos comernos los ojos y bebernos las ganas despacito, para que los susurros no ahoguen el silencio del repentino amor que nos llama. Resbalaremos por los ríos de nuestros cuerpos, sentiremos caricias con sabor a miel, conseguiremos respirar el vaho de nuestro aliento y despertar desnudos por la mañana. Por él, desayunaré lunares, acompañados de besos debajo de la almohada. Por él, desayunaré sus latidos, saboreando su suave música acompasada. ¡Y es que este amor a mí me tiene loca! ¿Qué será lo que tanto me provoca? Serán sus dientes de marfil, que me deslumbran con una sonrisa. O tal vez, el frescor de su mirada, esa que me hace tiritar. 
Pero no sé, qué tendrá su vocecita que aún no ha dicho nada y ya empiezo a desvariar ¡para qué contar! Mi corazón se desborda en un centenar de canciones y mis ojos parpadean sin cesar. No vaya a ser que lo nuestro sea un sueño y me cabree al despertar.

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